lunes, 8 de diciembre de 2014

Noticias brevemente largas

Antes de leer este texto, le rogaría darle al play a la canción y así poder llegar a entendernos mejor, gracias.


Me han hecho muchas fotos a lo largo de la vida, he hecho muchas y me quedan otras tantas por hacer. La gente suele pensar que una imagen dice más que mil palabras, la cuestión no es que una imagen diga más, es que nos da miedo decir mil palabras.

Para mí una foto expresa todo lo que nunca he dicho. Expresan todos los momentos bonitos y los gritos silenciosos. A veces solo expresan la locura de un encuentro, una despedida, un color bonito... En definitiva, diría que hago fotos por el miedo a perder todas esas partes de mi mente, todos esos recuerdos que no volverán a suceder y que aunque volvieran a ocurrir, nunca serían lo mismo.

Así pues, os dejo algunos trocitos de mi mente puesto que no estoy dispuesta a elegir entre ellos.


Como no podía ser de otra forma, girasoles. He desarrollado una extraña (y sana) obsesión por estas plantas. Creo que son unas plantas exageradamente curiosas. Me parece mágico y terco a la vez que persigan con tantas ansias el sol y que no lo abandonen nunca. 

Esta es una de las primeras fotos que realmente quise sacar, que perseguí una idea y la hice imagen. Todos los veranos mi familia y yo nos encaminamos en un viaje de un par de días hacía Rumanía y justo antes de llegar, saliendo de Hungría, los campos están llenos de girasoles que cada vez que veo me recuerdan que mi casa está cerca. El que dijo que había que seguir las baldosas amarillas no estaba tan equivocado. 
Fue hecha con una antigua cámara compacta en un momento en el que hace fotos no era más que "sacar cosas bonitas" que no es muy distinto de lo que pretendo ahora, aunque ese instinto primitivo ha evolucionado. 


En cierto modo me gustan los girasoles porque se parecen un poco a mí, y es que siempre vamos buscando el sol. Los atardeceres son una especie de debilidad fotógrafa de la que nadie se libra y de la que tampoco me quiero librar. Os podría poner mil quinientas fotos de atardeceres y amaneceres (que no son para menos), pero ésta es una de mis preferidas. 


Otra debilidad mía y que cualquiera que haya ido a hacer fotos conmigo sabe (y de sobra) es que me encanta hacerle fotos a los pájaros. Esto se debe a mi mente terca y a la dificultad de capturar un pájaro sin que la foto salga movida. 


Y por último, mi amor por el desenfoque.

Han sido cuatro fotos sacadas a los largo de cinco años, siendo la primera de 2009 y la última de ayer mismo. Lo único que tengo claro es que habrá muchas más y que nunca se podrán decir todas las mil palabras que cada foto guarda, pero que tampoco queremos decir. 

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